domingo, 28 de septiembre de 2014

Pánico

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, pánico es un "miedo grande o temor muy intenso". El Diccionario de María Moliner precisa un poco mas: "... miedo causado por lo desconocido (por ejemplo por los ruidos de la Naturaleza atribuidos al Dios Pan). Espanto. Pavor. Terror. Miedo grandísimo".

Cualquiera de ambas formulaciones define perfectamente la reacción del Gobierno de España ante la posibilidad de que los catalanes voten acerca de su independencia. Especialmente la definición de Maria Moliner, que hace referencia al miedo a lo desconocido. En este caso lo desconocido son los pensamientos de los catalanes. Ante dicha incertidumbre, el Gobierno tira por la calle de enmedio y prohíbe la consulta, sin reparar que con ello lo único que hace es aplazar el problema y dar argumentos a los independentistas.

El pánico siempre ha sido un mal consejero y esta no es una excepción. Si, como parece inevitable, el Gobierno y su siempre dócil Tribunal Constitucional anulan la consulta, lo mas probable es que nos veamos abocado a unas elecciones anticipadas en Cataluña, en las que los partidos independentistas obtengan una amplia mayoría que, eventualmente, les permitiría incluso declarar la independencia de modo unilateral. O al menos plantear unas negociaciones con el Gobierno Central desde una indudable posición de fuerza.

Sin embargo, pocas veces ha habido menos motivos para el pánico. La historia de todos los referendos de secesión habidos hasta ahora en los países desarrollados (Quebecq, Escocia...) es clara: a la hora de la verdad las poblaciones de todos esos territorios optan por mantener el stau-quo sin arriesgarse a aventuras secesionistas que puedan afectar a su bienestar material.

En el caso de Cataluña, un país con una potente economía industrial que depende en gran medida del mercado español y europeo, la independencia significaría a corto plazo un crisis en toda regla para dicha industria, que se sumaría a la actual crisis a escala europea. A ello habría que sumar la necesidad inmediata de crear una nueva moneda y un sistema financiero independiente y las dificultades para financiarse en un mercado internacional cada vez mas especulativo... Todo ello sin los recursos naturales (petróleo) de que disponía Escocia, por ejemplo, a la hora de planificar su independencia. Por no hablar de los factores internos: el Govern de CiU ha sido y sigue siendo el campeón español y europeo de la corrupción, los recortes y las políticas antisociales.¿Solucionará la independencia este problema o mas bien contribuirá a que las clases dominantes catalanas enmascaren su corrupción y su avaricia tras el "patriotismo" de una Nación recién creada?

Como demócrata estoy a favor de que la gente vote sobre los asuntos que les conciernen y de que su voto sea tenido en cuenta. Pero es que además, como ser racional que soy (y no dudo de que los catalanes lo son también en su inmensa mayoría), estoy seguro de que los argumentos anteriores y muchos otros que surgirían en un debate sereno acabarían inclinando el voto de la mayoría de los catalanes en contra de la independencia, como ya ocurriera en Quebecq y mas recientemente en Escocia. ¿A qué pues tanto pánico?

La razón hay que buscarla, en primer lugar, en la escasa tradición democrática de la derecha española. Cuando desde el PP se criticaba a sus correligionarios del Partido Conservador británico (tan de derechas como ellos en todo lo demás) por su "irresponsabilidad" al permitir el referendum de Escocia, lo que se evidenciaba era la escasa tradición democrática de nuestra derecha. Nuestra derecha está tan acostumbrada a imponerse por la vía de la fuerza y no por la vía de los argumentos que la mera posibilidad de un debate seguido de una votación la aterra. Aunque, como en este caso, la posición anti-secesionista cuente con argumentos de sobra para imponerse en el debate. Aunque los acuerdos que se sustentan en el debate democrático sean los únicos duraderos.

Pero hay todavía razones mas profundas que tienen sus raíces en la prevalencia de las formas de pensamiento religiosas en nuestro país frente a las racionales. En España la política no se hace desde la razón sino desde la fé. Y ya se sabe que las verdades de la fé no cabe votarlas. Para el que cree que España es una realidad inmanente e indivisible (o, en su versión moderna,para el que cree que la soberanía recae en el "Pueblo Español" de manera "indivisible"), España no es un producto del acuerdo razonable de una serie de pueblos a lo largo de su historia, sino un "verdad" incuestionable: una "Unidad de Destino en lo Universal" que dijo el ideólogo del fascismo español. Y sobre eso, claro, no cabe votar y el mero hecho de que se plantee una votación produce pánico. Aunque, como hemos visto, haya argumentos de sobra para seguir manteniendo esa unidad.




martes, 2 de septiembre de 2014

La elección "antidemocrática" de los alcaldes y la increíble pobreza del discurso de la izquierda

La propuesta del PP para la elección "directa" de los alcaldes es una propuesta antidemocrática por partida doble.

Es antidemocrática porque cualquier elección de cualquier órgano público unipersonal solo puede ser democrática si es en un proceso a doble vuelta: si ninguno de los candidatos obtiene la mayoría de los votos en la primera vuelta, se produce una segunda vuelta entre los dos candidatos mas votados. Esta es una ley universal de la democracia, válida tanto para los procesos electorales (elecciones presidenciales de Brasil, Francia...) como para los procesos parlamentarios (elección de Presidente de España, de Presidentes de Comunidades Autónomas...) y hasta para las Comunidades de Vecinos.

Por otro lado, a menos que se cambie la Ley de Régimen Local, un Alcalde que no tenga el apoyo de la mayoría de los concejales sería objeto inmediatamente de una moción de censura (Arts. 22, 33 y 123 de dicha Ley). De modo que la  "elección directa del Alcalde" que propone el PP implica necesariamente, para ser eficaz, conceder a la lista mas votada la mayoría mas uno de los concejales del pleno (algo que el propio PP ha reconocido en mas de una ocasión, aunque se abstiene de publicitarlo). Es decir, que implica no solo la elección antidemocrática de los alcaldes, sino también la elección antidemocrática de los concejales necesarios para garantizar al alcalde el apoyo del Pleno Municipal.

Dicho sea de paso, esta antidemocrática elección de concejales sería necesaria incluso si la elección de alcalde se hiciera en un proceso a dos vueltas. Y lo sería incluso en el caso de que se prohibieran las mociones de censura, pues un pleno municipal, a diferencia un parlamento, no es un órgano puramente legislativo, sino también ejecutivo. Lo que quiere decir que es imposible gobernar sin el apoyo de la mayoría de los concejales del pleno municipal. Habría que cambiar totalmente la Ley de Régimen Local, quitándole al pleno municipal la mayoría de sus atribuciones, traspasándolas directamente al alcalde, para que una elección directa de alcalde (incluso a dos vueltas) fuera eficaz sin introducir cambios antidemocráticos en la elección de los concejales. Y no estoy muy seguro de que este traspaso de competencias del pleno al alcalde sea algo muy democrático, mas bien lo contrario. 

Ante tamaño despropósito ¿Qué argumentos oímos a los máximos responsables de los partidos de la Oposición? Hasta la fecha y con honrosas excepciones, el argumento mas repetido es la "falta de consenso". Hace falta ser torpe para, a estas alturas, invocar el consenso otra vez. ¿No ha sido el "consenso" el que nos ha llevado, en gran parte, a esta situación de corrupción y de aislamiento de la casta política de la población?

¿Por qué la oposición no va al origen del problema y denuncia que la "elección directa de los alcaldes" que propone el PP es en realidad una elección antidemocrática, no solo de los alcaldes sino también de muchos concejales?

Estamos ante un nuevo ejemplo de la pérdida del discurso de la izquierda mayoritaria, que ha ido cediendo parcelas de éste a la derecha sin ni siquiera disputárselas. En este caso, en vez de negar la mayor, desenmascarando el carácter antidemocrático (y, por tanto, contraproducente desde el punto de vista de cualquier "regeneración democrática") de la propuesta, se limita a mendigar "consenso", como si el consenso pudiera justificar una medida antidemocrática.

Y no va mucho mas allá la izquierda minoritaria, que denuncia la propuesta como una medida que "favorece el bipartidismo". No es que no lo favorezca, que desde luego lo favorece, pero da la impresión de que una medida antidemocrática que no favoreciera el bipartidismo le parecería bien a la izquierda minoritaria. Es decir, da de nuevo la impresión de que los políticos se mueven fundamentalmente por sus propios intereses: en este caso la eliminación del bipartidismo, que lógicamente no interesa a los partidos minoritarios.

¡No es cuestión de consenso, ni de bipartidismo, sino de democracia, estúpidos!