lunes, 9 de junio de 2014

¿Fin de la crisis?

Ha bastado que el Banco Central Europeo (BCE) haya anunciado una serie de medidas para que se desate eso que ahora se llama "euforia de los mercados". Las medidas son: reducir dos décimas el tipo de interés de sus préstamos a otros bancos, cobrarles a esos mismos bancos por sus depósitos en el BCE (o ponerle un "interés negativo" a esos depósitos) y anunciar una línea de crédito de 400.000 millones de euros a los bancos a condición de que empleen dicho dinero para prestar a su vez a empresas y familias (es decir, no para depositarlos en el BCE ni para comprar deuda pública, que es lo que venían haciendo).

Teniendo en cuenta que lo primero que hizo Obama al llegar a la presidencia fue pedir a la Reserva Federal de EEUU 800.000 millones de dólares, que le fueron concedidos de inmediato, las medidas del BCE no parecen demasiado drásticas ni novedosas. Y la pregunta que uno se hace es: si era tan sencillo ¿Por qué no se hizo antes?

Retrocedamos en el tiempo para tratar de dar una respuesta. Parece haber un acuerdo entre los especialistas en que el origen de la crisis está en la generación de una gigantesca burbuja inmobiliaria alimentada por otra financiera (los famosos "derivados"), que explotó cuando la confianza en dichos productos financieros se vino abajo. En el caso de España, junto a la burbuja inmobiliaria, hemos vivido una burbuja paralela de infraestructuras, alimentada con dinero público, que ha llenado el país de aeropuertos sin aviones, AVEs sin viajeros, puertos sin barcos, carreteras sin coches y políticos corruptos.

Dicha burbuja inmobiliario - infraestructural hay también cierto consenso entre los especialistas en que ha sido alimentada por los euros "de ida y vuelta" proporcionados por la banca centroeuropea, alemana principalmente. Dichos euros llegaban a centroeuropa como contrapartida de sus exportaciones hacia España y otros pases del Sur, cuyo sistema productivo (especializado en la construcción) era incapaz de competir con los bienes de consumo y de equipo provenientes del centro y el norte de Europa. Dichos euros eran luego prestados a bajo interés a los bancos y gobiernos del Sur y alimentaban la burbuja inmobiliario - infraestructural.

Todo esto es conocido. También lo es que, cuando ambas burbujas estallaron, se inició un proceso cuyo objetivo final no era otro que evitar la quiebra del sistema bancario que la había alimentado, compensándolo de algún modo por las pérdidas provocadas por sus créditos fallidos. Parte esencial de esa proceso fue que la población - a través de sus gobiernos - se convirtió en garante de los préstamos que sus especuladores bancarios habían adquirido con la banca centro-europea. No otra cosa fueron los rescates bancarios, que de todos modos no han sido mas que la "punta del iceberg" de un proceso mucho mas complejo.

Para ello había que convencer a la población de esos países de que eran ellos y no los especuladores que se habían lucrado con las burbujas, los culpables de la situación. De que habían vivido "por encima de sus posibilidades", etc... Para a continuación acometer una terapia de shock económico, basada en los recortes de los servicios mas básicos: sanidad, educación, cultura... que ninguna participación habían tenido en el origen de la crisis. Los partidos políticos tradicionales se prestaron (a veces de un modo vergonzoso) a la gestión de dicha estrategia, aunque a costa de un creciente desprestigio.

El mecanismo para la recapitalización bancaria lo sirvió en bandeja el BCE merced a dos de sus características que lo convirten en la herramienta idónea para ello:

1.- El hecho de que la "lucha contra la inflación" sea su primer y casi único objetivo y
2.- La prohibición, fijada en sus estatutos, de prestar dinero a los gobiernos.

El primer elemento le impedía, en principio, aumentar el dinero en circulación y por tanto la inflación, con lo que los acreedores podían estar seguros de que sus préstamos no se devaluaban. El segundo proporcionaba un eficaz mecanismo por el que los bancos podían obtener beneficios y enjugar sus pérdidas: pedir prestado al BCE al 1% para luego prestar ese mismo dinero a los gobiernos de los países del sur al 6% o más (eso es lo que pasa cuando la "prima de riesgo" está "alta")

Como muchos economistas han denunciado, nada de esto hubiera sucedido si el BCE hubiera sido un banco central de verdad, capaz de hacer lo que hacen todos los bancos centrales del mundo: prestar dinero a sus gobiernos cuando lo necesitan. Pero es que el BCE no es el "Banco Central de Europa" (entre otras cosas porque no existe un verdadero gobierno europeo), sino el banco central de la banca europea. No otra cosa quiere decir su famosa "autonomía".

Pero todo tiene un límite y  ese mecanismo de transferencia de capital de la población hacia la gran banca no se puede mantener indefinidamente sin que la economía entera se desmorone. Por otro lado, alguna vez los banqueros europeos habrían de sentirse satisfechos y con sus pérdidas - consecuencia de sus irresponsables especulaciones - suficientemente bien enjugadas (eso que eufemísticamente se llama "recuperación de la confianza" por parte de "los mercados"). Me da en la nariz de que eso es exactamente lo que está pasando.

Así pues, fin de la recapitalización de la banca (a costa de los ciudadanos) e inicio de una nueva era de expansión económica. Al menos eso es lo que, en la hipótesis mas optimista, parece pensar el BCE. Esa sería la hipótesis mas optimista para explicar su nueva política.

Pero yo sigo viendo un problema, al menos en España. La cerrada defensa de los intereses de la oligarquía financiera que la política de recapitalización bancaria a base de recortes supone, tiene efectos colaterales muy peligrosos. En España esos efectos se están plasmando en la asfixia de los sectores productivos emergentes (las energías renovables, la rehabilitación, la movilidad sostenible, el crowfunding...) mediante una política económica que amenaza con abortarlos antes de nacer. Me da la impresión de que los sectores productivos mas ligados a dicha oligarquía (la construcción de nueva planta, las grandes infraestructuras, las grandes eléctricas, la industria del automóvil ...) están ahí, en estado de hibernación, protegidas por las políticas económicas del gobierno (reforma energética, planes PIVE...), dispuestas a acaparar cualquier atisbo de recuperación económica para reiniciar sus actividades, que fueron las mismas que nos llevaron a la crisis.

Mientras Alemania reorienta su sistema productivo hacia las energías renovables, la movilidad sostenible, etc... Aquí esos sectores económicos emergentes prácticamente se persiguen, incluso con decretos "ad hoc", como el reciente decreto de autoconsumo de energía y otras lindezas que ya he analizado en otras entradas de mi otro blog. En estas condiciones, incluso aunque relanzar la economía y el crédito sean ahora las prioridades del BCE (cosa que dudo de todos modos) ¿No llevarían en nuestro país a la continuación y profundización pura y simple de la actual crisis?

lunes, 2 de junio de 2014

Sobre el ideal republicano

Hay debates cuyo contenido simbólico supera al racional y debates cuyo contenido racional supera al simbólico. Generalmente los segundos pueden conducirse de un modo mas sosegado que los primeros. Y es mas fácil que una persona cambie de opinión en el marco de un debate racional que en marco de un debate simbólico. Generalmente también, los debates racionales versan sobre lo cotidiano, mientras que los simbólicos versan sobre lo trascendente.

En política, además, existe la tendencia a construir debates simbólicos como tapadera de otros debates mas profundos, cotidianos y racionales. Sobre todo cuando estos últimos ponen en cuestión la supervivencia de determinada casta política. Un buen ejemplo lo tenemos en la antigua Yugoslavia: tras la muerte de Tito, en medio de la crisis que azotó a todos los regímenes "comunistas" (las comillas son intencionadas) de Europa del Este, los políticos de la nomenclatura yugoslava mutaron de comunistas en nacionalistas, con el objetivo prioritario de mantenerse en el poder cada uno en su pequeño feudo. Los resultados de tal estrategia son suficientemente conocidos como para que no necesite extenderme sobre ellos.

En Cataluña hemos tenido un reciente ejemplo de tal estrategia. Tras abanderar los recortes en sanidad y educación mas brutales de toda España y ante la explosión de descontento que se puso de manifiesto en la Diada, el President Artur Mas decidió ponerse a la cabeza del nacionalismo catalán. No ha habido marcha atrás en los recortes, que es de suponer siguen creando el mismo sufrimiento que antes. Es mas, el debate sobre los recortes parece haber quedado aplazado ante la urgencia del debate soberanista sobre derecho a decidir de los catalanes. Debate al que el propio Gobierno de España ha contribuido con su cerrazón. De nuevo un debate simbólico que se superpone y oculta a un debate mas profundo, cotidiano y necesario.

Hay en este mecanismo de la política algo de profundamente religioso. En realidad, este mecanismo de transformación de lo cotidiano en los simbólico no lo inventaron los políticos nacionalistas sino los profetas de las religiones monoteistas (si no es aún mas antiguo). Lo que late en el fondo de tal transformación de lo cotidiano en lo simbólico (o de lo inmanente en lo trascendente, que diría Gramsci) es el concepto de Redención. Se trata, en el fondo, de una cuestión de fe: cuando lo simbólico prevalezca (la nación Serbia, o la Croata, o la Catalana...), lo cotidiano se resolverá por si solo, pues el enemigo exterior (el Diablo, los falsos profetas, las falsas religiones...) es la causa de todo mal. Que este milenarismo adopte formas "políticamente correctas" como la Religión Católica o "políticamente incorrectas" como algunas herejías medievales es otra cuestión, pero se trata de milenarismo al fin.

La oportuna abdicación del Monarca de España amenaza con generar otro debate simbólico acerca del régimen, que oculte el creciente descontento de la población acerca de cuestiones mucho mas cotidianas: el derecho a una vivienda digna, el derecho a un trabajo y a un salario digno, la cuestión de como y quien debe pagar la deuda pública y la privada (incluyendo qué parte de ella debe pagarse y que parte cabe calificar de "deuda odiosa"), etc... Todos estos debates ¿Serán reemplazados por el debate acerca de la forma de estado: Monarquía o República?

Espero que no

Soy republicano, en el sentido de que defiendo una ética republicana de la política. Esta ética implica no solo que los cargos públicos deben ser elegidos por el pueblo, sino que además deben rendir cuentas y ser austeros en la gestión de los recursos públicos. Y no sentir apego por el cargo (nada pues de cargos vitalicios, como en la monarquía). Espero que algún día España sea republicana en ese sentido profundo. Pero al mismo tiempo soy consciente de que un mero cambio en la forma del Estado no garantiza eso. Dos de los dictadores mas sanguinarios del mundo (Obiang en Guinea Ecuatorial y Salazar en Portugal) son o fueron Presidentes de la República. La República a la que aspiro no es un acto de redención imposible que cambie de un plumazo aún mas imposible una realidad nada republicana. Es la culminación de un proceso que empieza por lo cotidiano: el derecho a la vivienda, el derecho a un trabajo digno... el derecho a la pereza también.

No nos dejemos embarcar en un debate sobre los símbolos del Estado. Es el peor servicio que le podemos prestar al ideal republicano.